Preservar la cultura masái: la naturaleza es la respuesta

En Nanyuki, una localidad de Kenia, los masái enfrentan duras condiciones medioambientales que amenazan su estilo de vida, el pastoreo. La escritora de Lush Katie Dancey-Downs visitó el Centro de Permacultura de Laikipia para descubrir cómo afrontan los locales sus problemas, buscando las respuestas en la naturaleza.

Ya es de noche cuando llego al Centro de Permacultura de Laikipia (LPC, por sus siglas en inglés) en Nanyuki, Kenia. Dejo mi mochila en la que será mi casa durante los próximos días -está hecha de cob y tiene un baño de compost y una ducha que se calienta con el sol-. Esta fue la primera casa que se construyó en el LPC y se convirtió en hogar del fundador, Joseph Lentunyoi.

A la mañana siguiente, la luz se cuela a través de las botellas de cristal con las que está construida la pared que hay encima de mi cama y oigo un golpeteo, muy parecido al de los pájaros que luchan contra su propio reflejo en mi ventana de Inglaterra. Corro la cortina y veo tres pájaros saltando delante de la ventana, que por fuera es un espejo. Ellos no pueden verme, así que observo con tranquilidad, y detrás de ellos veo por primera vez el LPC a la luz del día, mientras se pone el sol sobre los campos verdes.

Después me tomo una taza de té con Joseph bajo el mismo árbol donde hace unos años se sentó con su padre y le contó su sueño: crear un centro de permacultura.

El padre de Joseph era un funcionario público en Kenia y el gobierno le concedió una parcela de tierra en compensación por su trabajo. La subdivisión de la tierra era un concepto ajeno a la cultura tradicional masái y además la familia no tenía ni idea de dónde estaba ese trozo de terreno.

En 2010, Joseph decidió averiguarlo. Contrató a un experto y se presentó en la oficina de tierras. Después de enamorarse de la parcela le dijo a su padre que quería quedarse allí.

"¡Vaya, claro que sí!, y me encantaría que me llevases para verlo”, respondió emocionado.

Por supuesto, más tarde lo llevó hasta allí y le habló sobre su sueño, la permacultura.

La permacultura es la respuesta

"El pastoreo se volvió cada vez más complicado cuando la proporción de tierra no aumentaba", afirma Joseph.

La gente tenía cada vez más animales y la tierra se estaba degradando, erosionando. El impacto de pesticidas, fertilizantes y métodos de agricultura intensiva no permitían a la gente obtener los mejores alimentos posibles de la tierra.

“Otro problema es que el cambio climático nos está golpeando con especial fuerza aquí, porque la tierra se ha deforestado tanto que ya no llueve como antes y estamos pagando un alto precio: escasez de agua, escasez de comida, lluvias irregulares y todas esas cosas”, cuenta.

“Si nada cambia, continuaremos con la destrucción del entorno y crearemos desiertos donde antes no los había”, añade.

También necesitaban una solución para generar ingresos.

“La respuesta está en la permacultura”, contesta Joseph y su rostro se ilumina. Él estudió agricultura orgánica en la universidad, pero ahora prefiere el ciclo cerrado que ofrece la permacultura, donde cada elemento está conectado con otro y la gente trabaja con la naturaleza para satisfacer sus necesidades agrícolas.

El comienzo

Joseph fue a Australia para hacer prácticas en el Instituto de Investigación de Permacultura (PRI, por sus siglas en inglés), lleno de emoción por el terreno que le esperaba a su vuelta en Kenia. Cuando regresó, lo hizo con un grupo de voluntarios que había conocido en el PRI, deseosos de poner en práctica sus habilidades.

"Cada persona sentía pasión por algo distinto. Un joven era un apasionado de los estanques. Otra persona dijo: ‘¡Yo quiero instalar un váter de compost!’ y otro dijo: ‘A mí me gustaría establecer un sistema de recuperación de aguas residuales!’.

Encendieron hogueras y montaron sus tiendas de campaña. Llevaron bidones de agua al río e improvisaron una ducha, mientras creaban el diseño para el centro de permacultura. Al publicar su progreso en las redes sociales, su esfuerzo se hizo global y así pasaron los siguientes tres meses poniendo en marcha su centro.

“Todo es local, local, local”, dice Joseph. Para construir el LPC se utilizaron materiales de la tierra y ahora tienen el poder de empoderar a los locales e impulsar sus ideas y proyectos, comenta Joseph. Durante nuestra visita pudimos ver una de las iniciativas, liderada por un grupo de mujeres masái que cultiva una especie de aloe amenazada para después venderla a Lush.

El centro ha crecido mucho, y lo sigue haciendo. Ahora hay un frigorífico de carbón para mantener la comida fresca, una instalación de biogás, un bosque de alimentos y paneles solares para cocinar.

Después de usarlo todo, nos reunimos por la noche alrededor de la hoguera para mantenernos calientes, mientras escuchamos historias sobre la cultura masái y la comida tradicional.

La solución a los problemas

Además de ofrecer oportunidades a los locales que ya no pueden seguir pastoreando, el LPC ha conseguido superar otros retos que enfrenta la región.

Los colonos introdujeron las chumberas en Laikipia en 1950. Desde entonces esta especie invasora se ha hecho con todo y el espinoso paisaje es un verdadero problema para los animales. Cuando visitamos al grupo de mujeres de Twala, pudimos ver los higos chumbos por todas partes. Por suerte, el LPC ha encontrado una solución: mermelada, vino y zumos, que producen y venden de forma local. Así pueden reducir el número de plantas, al tiempo que la población local obtiene un ingreso.

La influencia del centro no solo se ha hecho notar de forma local, sino que se ha extendido y ahora muchos grupos masái se han interesado por la permacultura, invitando a Joseph a dar charlas por todo el país.

"Es muy positivo que la permacultura haya llegado antes de que hayamos perdido nuestra cultura", dice Joseph, mientras explica por qué la permacultura se parece tanto a cómo vivían antes los masái. La medicina es el mejor ejemplo.

"Solían consumir raíces de diferentes hierbas y hojas en cremas y brebajes, pero hoy en día solo usan la medicina convencional".

Los locales se han sorprendido de que personas como Joseph vuelvan a su hogar después de formarse y quieran centrarse en la naturaleza.

“No perdamos nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra comida y la forma en que cuidamos de la naturaleza”, defiende.

Durante el tiempo que estuvimos en el LPC pudimos comprobar esa protección de la naturaleza de primera mano. Una mañana, de camino al centro de mujeres Twala, Joseph demostró sus habilidades identificando a los animales y leyendo sus señales. Nos habla sobre las jirafas y las cebras cuando pasamos junto a ellas. También de un elefante que se dirige hacia la carretera, nos cuenta que tenemos que esperar en un determinado punto para no bloquearle el paso. Se ha dado cuenta de que puede ser agresivo: le falta un colmillo, está solo y seguramente venga de una pelea.

Los sueños de Joseph han ido creciendo cada vez más y ahora quiere construir un instituto de formación en permacultura para entrenar a la próxima generación. Espera poder expandir la permacultura más allá de las fronteras de Laikipia, por Kenia y el este de África.

"Con esta iniciativa apoyamos a las mujeres, lo que es genial, pero las mujeres envejecerán. Y, ¿qué hay de los más jóvenes? Queremos sacar esta iniciativa adelante para formar profesores más jóvenes que puedan sustituirnos”.

Si quieres conocer la historia de las mujeres masái, y el empoderamiento que les ofrece el centro de permacultura de Laikipia, no te pierdas el vídeo Source to Skin y la interesante historia que hay detrás del aloe.

Fotografías (de arriba a abajo): Parasei Lekarmushu, Wangeshi Lekamoiro y Jane Murkepen, del grupo de mujeres Osuguroi; El Centro de Permacultura de Laikipia; Mujeres del grupo Osuguroi.

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